EXPECTATIVAS
ANGUSTIOSAS
¿Qué
va a pasar? ¿Cuándo saldremos de esto? ¿Qué pasa sucede en el mundo opositor?
Y, en fin, cualquier cantidad de interrogantes se escuchan en todas partes.
Siempre con un toque de angustia en quienes las plantean. Se trata de la normal
incertidumbre frente a los posibles desenlaces de una crisis que ha terminado
por afectar a todo el mundo. La vida perdió el mínimo de serenidad indispensable
para poder llevarla con una relativa normalidad.
Lo
cierto es que se acabó el Derecho como instrumento de regulación de las
relaciones de los ciudadanos entre si y de ellos con el estado-gobierno. Ni la
Constitución, ni el ordenamiento legal existente son garantía para que la gente
pueda desenvolverse en un clima de libertad. Para el régimen se trata de una
camisa de fuerza incompatible con un proceso verdaderamente “revolucionario”.
En consecuencia, la nación está a la intemperie, sometida al capricho, la
ignorancia, las desviaciones ideologizadas, la ineficacia, la corrupción en
todas las modalidades de un régimen que progresivamente ha liquidado la
democracia. Hoy vivimos, no en un socialismo del siglo XXI, sino en una
dictadura tiránica con características propias del siglo XXI, aunque con fallas
tremendas, similares a todas las dictaduras conocidas en distintas partes del
mundo.
El
problema está en que no basta con decir las cosas. Estamos hartos de
diagnósticos que sólo sirven para justificar la inacción que permitiría
revertir hacia lo positivo las negativas tendencias del presente. El régimen no
va a cambiar el rumbo que en lo económico, en lo social y en lo político imponen.
Entonces hay que cambiarlo en el menor tiempo posible, tratando de evitar
consecuencias que agraven la situación actual.
El
problema es que los deseos no bastan. Se necesita la acción decidida, directa,
unificada de un puñado de compatriotas dispuestos a darlo todo para devolverla
libertad a la nación. Pero hay que unificar el objetivo. De lo contrario
resulta imposible que las ambiciones personales y de grupo caminen hacia ese
objetivo, aún con sus propias estrategias. Éste es el problema mayor que tenemos
en este momento.
Tanto
los candidatomaníacos que parecieran multiplicarse en escala nacional, regional
y hasta municipal como las cabezas visibles de partidos y organizaciones
legítimas del empresariado y el mundo laboral, parecieran no tener clara la
labor a cumplir si queremos alcanzar el pregonado cambio. Pienso que ninguno
cree que Venezuela merece seguir el ritmo de los acontecimientos para que esto
pueda terminar, en el mejor de los casos,
alrededor del año 2019, luego de
completada la etapa de maniobras para demorar, alterar y destruir las
instituciones organizadas de la sociedad. Sabotearon el anhelado revocatorio,
las elecciones de gobernadores y se prolonga la incertidumbre con relación a
las municipales. La Asamblea Nacional, sede de la soberanía popular, reducida a
pura retórica sin hacer realidad sus propias decisiones. ¡Está bueno ya!
Lunes,
27 de marzo de 2017
@osalpaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario